Hoy, 25 de abril de 2025, se conmemora el Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil y la Concienciación sobre la Alienación Parental, un día para visibilizar un tipo de maltrato psicológico que sufren miles de niños y padres en todo el mundo. La alienación parental ocurre cuando un progenitor, a menudo en el contexto de una separación, manipula a un hijo para que rechace al otro progenitor sin justificación legítima.
Es un fenómeno real, devastador, que deja heridas profundas en los menores y en los padres que, como yo, luchamos cada día por mantener un vínculo con nuestros hijos frente a excusas, mentiras y un sistema judicial que a veces parece ciego. En este día, quiero compartir mi historia, mi dolor y mi repudio a quienes niegan la alienación parental, metiendo en la misma bolsa a padres violentos con padres amorosos que daríamos la vida por estar presentes en cada momento de la vida de nuestros hijos.
La alienación parental: un maltrato real, no un «falso síndrome»
La alienación parental no es una teoría inventada, como algunos pretenden hacernos creer. Es una forma de violencia psicológica que afecta a los niños, privándolos de su derecho a crecer con el amor de ambos padres. Según expertos, como los citados en estudios internacionales, entre el 11% y el 15% de los divorcios con menores involucran algún grado de alienación parental, generando más de 50,000 «huérfanos de padres vivos» en países como España desde 2011. La Real Academia de Medicina Española y la Asociación Española de Pediatría han reconocido este fenómeno como una forma de maltrato infantil, que puede causar problemas de autoestima, dificultades sociales, depresión y ansiedad en los menores.
Sin embargo, hay quienes insisten en desacreditar la alienación parental, llamándola un «falso síndrome» y acusándola de ser una táctica de padres violentos para evadir responsabilidades. Un ejemplo claro es el artículo publicado en geoviolenciasexual.com, titulado El falso SAP como táctica de los padres violentos. Repudio completamente este enfoque, que simplifica un problema complejo y estigmatiza a padres como yo, que no tenemos denuncias de violencia, que no hemos hecho más que amar y sacrificarnos por nuestros hijos, y que, aun así, somos separados de ellos por la manipulación de una madre y la indiferencia de la justicia.
No se puede comparar a un padre violento con un padre que viaja miles de kilómetros, que invierte sus ahorros, que alquila un lugar para compartir momentos con su hija, que juega con ella, que la abraza, que llora en silencio cuando no lo ven porque no sabe cómo recuperar el tiempo perdido.
Mezclar a estos padres en la misma bolsa es injusto, cruel y revictimiza a quienes ya estamos luchando contra un sistema que nos da la espalda.
En muchos artículos que encontré (no daré sus nombres, ya que no merecen ser mencionados), se basan en una narrativa que ignora el daño real que sufren los niños manipulados. Afirman que la alienación parental es una excusa usada por padres abusivos para desacreditar denuncias de violencia, pero no reconocen que, en muchos casos, son las madres quienes usan tácticas manipuladoras para alejar a los hijos de padres amorosos. Esta narrativa, respaldada por algunos movimientos que confunden la lucha por la igualdad con el negacionismo de la alienación parental, perpetúa estereotipos de género y desprotege a los menores, que terminan atrapados en un conflicto que no eligieron.
Mi historia: un padre amoroso separado por la manipulación
Mi caso es un ejemplo vivo de lo que significa la alienación parental. Soy un padre que dio todo por su hija desde el día en que nació. Durante sus primeros seis años, estuve a su lado cada mañana, cada noche, jugando, riendo, construyendo una relación de amor y confianza. Vivíamos en mi país, donde ella nació, donde tenía su hogar, su hermana, su vida. Pero cuando mi relación con su madre terminó, todo cambió. La madre de mi hija, influenciada por su propia madre —la abuela de mi hija, una mujer manipuladora y egoísta—, decidió quedarse con ella en otro país, rompiendo un acuerdo que teníamos. Vendí mi automóvil para ayudarla, confiando en que volvería con mi hija, pero me traicionaron. Desde entonces, mi hija ha sido alejada de mí, no por mi voluntad, sino por una campaña de manipulación que la llena de miedos y dudas.
Cada vez que viajo para verla, invierto todo lo que tengo: dinero, energía, corazón. Alquilo un lugar para que esté cómoda, cocino para ella, juego, la escucho. Pero su madre y su abuela hacen lo imposible para limitar nuestro tiempo juntos. Usan excusas absurdas: que le doy «comida chatarra» si compartimos una pizza una vez, que no hice la tarea con ella porque nos pusimos a jugar, que no puedo cuidarla. Hace poco, la abuela tuvo el descaro de interrogar a mi hija por un juego inocente que hicimos —una casita con sábanas, como un camping— y llegó a insinuar que yo podría ser un peligro. Cómo se puede acusar a un padre de ser abusivo por jugar con su hija? Esto no es justicia; esto es veneno.
Mi hija, que debería estar disfrutando de su infancia, está llena de miedos que no son suyos. Teme viajar a mi país, donde nació, porque le dicen que es aburrido. Teme comer ciertas cosas conmigo porque le dicen que le hará daño, aunque con su madre come dulces a deshora sin problema. Teme estar conmigo porque le han metido en la cabeza que «Papá no sabe cuidarte». Esto es alienación parental: un maltrato que le roba su derecho a amarme libremente, que la hace dudar de su propio padre, que la confunde y la lastima.
Padres violentos vs. padres amorosos: una distinción que no se puede ignorar
No niego que existan padres violentos, y esos casos deben ser investigados con rigor para proteger a los menores. Pero no se puede asumir que todo padre separado es un abusador, como sugieren artículos como el de geoviolenciasexual.com. Hacerlo es una injusticia que castiga a padres amorosos, como yo, que no tenemos antecedentes de violencia, que no hemos hecho más que dar la vida por nuestros hijos. La narrativa de que la alienación parental es un «invento» ignora el dolor de miles de padres que, lejos de ser violentos, son víctimas de un sistema que favorece a las madres manipuladoras y desoye el interés superior del menor.
En mi caso, no hay denuncias de violencia en mi contra. No hay pruebas de que haya lastimado a mi hija. Todo lo contrario: ella se divierte conmigo, me abraza, me pide que juguemos. Pero cada vez que intento acercarme, su madre y su abuela encuentran una forma de alejarla, ya sea con castigos injustos, excusas sobre mi forma de cuidarla, o sembrando dudas en su cabeza. Y la justicia, en lugar de protegerme, me pide más dinero, más trámites, más tiempo, mientras mi hija crece sin su Papá a su lado.
No se puede comparar a un padre que maltrata con un padre que cruza océanos para ver a su hija, que sacrifica todo por unos pocos días con ella, que llora en silencio porque no sabe cómo recuperar el vínculo que le están robando. La alienación parental no es un mito; es una realidad que destruye familias, que lastima a los niños, que deja a padres como yo abatidos, sin energía, pero luchando con todo lo que nos queda.
Un llamado a la concienciación
En este Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil y de Concienciación sobre la Alienación Parental, hago un llamado a todos: a los padres que sufren como yo, a los jueces que tienen el poder de cambiar estas historias, a los psicólogos que pueden escuchar a los niños sin prejuicios, a la sociedad que debe dejar de estigmatizar a los padres separados. La alienación parental es real, y negarla es negarle a los niños su derecho a crecer con ambos padres. No podemos seguir permitiendo que madres manipuladoras, abuelas tóxicas o sistemas judiciales sesgados separen a los hijos de padres amorosos.
Mi opinión personal es clara: estoy cansado, dolido, pero no derrotado. Repudio a quienes dicen que mi lucha es una «táctica» o que mi dolor no existe. Repudio a quienes meten en la misma bolsa a padres violentos, con padres como yo, que solo queremos estar presentes, que queremos ver a nuestros hijos crecer, que queremos ser parte de sus vidas. Mi hija merece un Papá, y yo merezco serlo. No voy a rendirme, aunque el camino sea duro, aunque la justicia me falle, aunque el veneno de la alienación siga intentando alejarla de mí.
A mi hija, si algún día lee esto: te amo con todo mi corazón. Todo lo que hago, cada viaje, cada lágrima, es por vos. No importa lo que digan, no importa lo que intenten; Papá siempre va a estar aquí, luchando por vos, porque sos mi vida. Y a otros padres en mi situación: no están solos. Hoy, 25 de abril, levantemos la voz, contemos nuestras historias, y exijamos que la alienación parental sea reconocida y combatida. Por nuestros hijos, por nuestro amor, por la justicia que merecemos.
Carlos Luna de la Asociación Peruana de Padres y Madres Separados de sus Hijos nos envía este saludo en el Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil.