Hoy, Día del Niño en tantos rincones de nuestra América, yo estoy lejos de mi hija. No puedo abrazarla, no puedo olerle el pelo ni escuchar de cerca esa risa que me alegra la vida. Estoy lejos por decisiones que siento injustas y por relatos que no reflejan la verdad. Pero sigo acá: firme, presente, con el corazón abierto y la frente en alto. Este texto es mi historia, mi carta, y también un abrazo para otros padres y madres que hoy extrañan; y un pedido respetuoso a quienes imparten justicia.
Mi historia (y la de tantos)
No soy un héroe. Soy un Papá que escribe desde la ausencia y la esperanza. Me tocó ver cómo se levantaban muros en lugar de puentes, cómo se confundía conflicto de adultos con protección de la niñez. Me dolió escuchar versiones que no reconocen lo que vivo y lo que hago. Aun así, cada día busco un modo de estar: un mensaje, una llamada, un dibujo que viaja por la pantalla, un “te amo” que cruza fronteras invisibles.
Aprendí que la presencia no se mide solo en kilómetros, sino en constancia. Que ser padre es sostener, incluso cuando la vida te suelta la mano. Que el amor verdadero no necesita permiso.
A los padres y madres que hoy están lejos
-No bajen los brazos. La familia es lo más importante que tenemos. Si te toca esta distancia, te comparto cinco gestos pequeños que hacen una diferencia grande:
-Escribí una carta semanal. Breve, clara, con una anécdota y un deseo. Guardalas todas: son el mapa de tu presencia.
-Dejá “huellas de voz”. Un audio de 30 segundos cada mañana o cada noche con un “buen día, campeona” o “dulces sueños”. La rutina construye hogar.
-Hacé un “ritual compartido”. El mismo cuento los domingos, el mismo dibujo los miércoles. Que tu hijo/a sepa que hay un hilo que no se corta.
-Armá un “cofre del tiempo”. Fotos, entradas, notas y una lista de cosas que harán cuando se reencuentren. Convertí la espera en proyecto.
-Cuidá tu lenguaje. No devuelvas agresión. Mostrá amor y respeto. Tu hijo/a recordará tu tono mucho más que tus argumentos.
A quienes imparten justicia: una petición respetuosa
Sé que los juzgados están saturados y que la letra de la ley exige rigor. También sé que detrás de cada expediente hay infancias reales. Les pido, con respeto y sin banderas, cinco cosas sencillas y profundas:
-Pongan el foco en el interés superior del niño. De verdad. No como consigna, sino como práctica diaria que evita medidas automáticas y castigos cruzados.
-Escuchen a los niños y adolescentes con profesionales idóneos, sin contaminar su voz con el conflicto de adultos.
-Aseguren la continuidad del vínculo con ambos progenitores, salvo riesgos acreditados con evidencia sólida, y revisen las restricciones con plazos y evaluaciones reales.
-Actúen con celeridad y proporcionalidad. La demora judicial también duele: la infancia no espera.
-Desarmen sesgos. Ni todos los hombres son culpables por ser hombres, ni todas las mujeres mienten por ser mujeres. Las familias son diversas; los prejuicios, peligrosos.
No pedimos privilegios; pedimos equidad y humanidad. La ley sin sensibilidad puede volverse fría; la sensibilidad sin ley, arbitraria. La niñez necesita ambas.
Cierro con un compromiso
A mi hija: te espero con la puerta del corazón abierta.
A los padres y madres que sufren: sigamos construyendo presencia con hechos.
A los jueces y equipos técnicos: ayudemos a unir, no a separar.
Nunca bajemos los brazos. La familia es lo más importante que hay. Y el amor —cuando es verdadero— siempre encuentra la forma de llegar.
Carta para mi hija
Hija querida:
Hoy el calendario dice “Día del Niño” y yo solo repito tu nombre en silencio. Quisiera estar ahí para abrazarte fuerte, para decirte que todo lo que hago tiene tu sonrisa como destino. Si alguna vez dudás, mirá este mensaje y acordate: tu Papá está, te piensa, te cuida desde donde puede y no se rinde.
Hay días con nubes, sí. Pero también hay soles que no se ven y siguen calentando. Vos sos mi sol. Voy a construir todos los puentes que hagan falta para cruzar hacia vos, con paciencia y verdad. Te amo. Siempre.
Papá.