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Carta abierta en busca de ayuda y comprensión.

Queridos amigos, conocidos y personas que quizás no me conocen, pero puedan leer estas líneas.

Escribo desde un lugar muy profundo de mi alma, en un momento de mi vida donde siento que ya no puedo seguir callando. Durante años he intentado sostenerme en silencio, con la esperanza de que las cosas se acomoden solas, de que la justicia o el tiempo hicieran su parte. Pero hoy me doy cuenta de que necesito algo más poderoso: que alguien me escuche, que alguien me entienda, que alguien me tienda una mano.

No estoy pidiendo dinero. No estoy buscando lástima. Lo único que busco es empatía, humanidad y apoyo.

Hace años mi vida cambió de una forma que todavía me cuesta aceptar. Desde entonces he vivido separado de mi hija pequeña, una niña llena de energía, de luz, de inocencia… una niña que nació y creció feliz en su país, rodeada de familia, de mar, de árboles, de juegos descalzos sobre la arena. Esos recuerdos son mi mayor tesoro.

Pero desde que nos separaron, todo se volvió una lucha constante: contra el silencio, contra la distancia, contra la incomprensión.

He tratado de mantenerme fuerte, de seguir adelante con mis proyectos, de reconstruirme, pero la vida me ha puesto demasiadas pruebas. Perdí a mis padres, mi casa familiar, me separaron de mis hijas.

Mi meta es simple pero enorme: reconstruir mi hogar para poder reencontrarme con mis hijas, para que puedan volver a tener ese espacio donde reír, jugar, sentir la brisa del mar, estar en contacto con la naturaleza, y volver a sus raíces.

No estoy pidiendo nada material, estoy pidiendo oportunidad y escucha.
Estoy pidiendo que alguien, en algún lugar, me vea, me crea, y me ayude a encontrar un camino.
Tal vez vos no tengas la respuesta, pero quizás conozcas a alguien que pueda orientarme, apoyarme, o simplemente escucharme sin juzgarme.

Llevo años siendo señalado, juzgado, incomprendido.
He intentado hablar con abogados, con instituciones, con personas que pensé podían ayudar, pero solo encontré silencio o prejuicios.

Nunca abandoné a mis hijas. Me las quitaron.
Y eso es algo que todavía me duele en el alma.

Vivo con un peso enorme en el pecho. Hay días que me cuesta levantarme, que me faltan fuerzas, pero sigo de pie porque creo que todo lo que se hace con amor algún día encuentra su camino de regreso.
No quiero resignarme. No quiero dejar que el dolor se transforme en rencor. Solo quiero volver a tener paz, volver a sentirme escuchado, volver a ver sonreír a mis hijas juntas.

Si estás leyendo esto, te pido que no pases de largo. No me juzgues.
Solo escuchá mi historia y, si podés, compartila. Tal vez alguien conozca a la persona o al lugar donde finalmente pueda encontrar ayuda real.

Gracias por leerme, por comprenderme, por no mirar hacia otro lado.
A veces una palabra, un mensaje o una conexión puede cambiarle la vida a alguien.
Y yo sigo creyendo que todavía hay personas buenas, que escuchan, que ayudan.

Con esperanza,
Un padre que solo busca justicia, paz y el derecho de estar cerca de sus hijas.

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